“Tú también, corazón mío, lucha en la tempestad fiera y osada. Ahora, en silencio, nota que tu serpiente se agita con un mordisco abrasador”
(“Winterreise”, Viaje de Invierno, Wilhelm Müller, 1794-1827)
En las últimas horas de la fría estación, entre las ramas peladas de los árboles, entre arbustos muertos, bajo tierra, a oscuras, sumida en una dulce y asumida soledad, late silenciosa la semilla de un nuevo comienzo. Se intuye el olor de las flores por nacer. Es en este instante que nace este proyecto amado. Hija de la Soledad, Flor del Frío, dando a luz en la plenitud de un vacío prometedor, bajo el auspicio de las Diosas. A partir de aquí, gozo poderoso del prodigio de vivir.
Auspicio (del latín:”Avís”-ave- y el verbo “spicio”-ver, mirar”- auspicium1 de auspex, literalmente «el que mira a los pájaros».
“Soledad”, Viaje de Invierno de Schubert
Gracias
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